miércoles, 31 de diciembre de 2014

BALANCE POLÍTICO DEL AÑO 2014

BALANCE POLÍTICO DEL AÑO 2014
Popayán, 31 de diciembre de 2014
El año 2014 ratificó la presencia de un “movimiento democrático” que existe “de hecho” en la sociedad colombiana. Es un movimiento que va más allá de los partidos, grupos y dirigentes.
La población que apoya a los sectores independientes, alternativos, liberales sociales, socialdemócratas, progresistas y de izquierda, se expresó en forma consistente durante el año que termina. Así lo viene haciendo en los últimos 15 años.
Las primeras manifestaciones de ese proceso se presentaron a principios del siglo XXI con la elección de Lucho Gómez, Guillermo Alfonso Jaramillo, Floro Alberto Tunubalá y Parmenio Cuéllar, en la Guajira, Tolima, Cauca y Nariño, respectivamente.
Después vino la elección de Lucho Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro en Bogotá. Allí, a pesar de los tremendos errores cometidos, el movimiento democrático siguió buscando y apoyando las iniciativas sociales, progresistas y de izquierda.  
Sin embargo, en los últimos meses de 2013 y primeros meses de 2014 – después del formidable Paro Nacional Cafetero y Agrario – se evidenció la incapacidad de los dirigentes “alternativos” de sintonizarse con el sentir democrático de una buena parte de la sociedad colombiana.
No fueron capaces de generar consensos y acuerdos para presentar una fuerte candidatura de “tercería” a la Presidencia de la República.
La tozudez sectaria de Robledo que se negó a apoyar la legalización jurídico-electoral de las convergencias, la práctica viciada de Navarro concentrada únicamente en acuerdos burocráticos entre personalidades políticas, y la falta de identidad ideológica que rayó en el oportunismo, llevaron a la división y dispersión del campo democrático y a la auto-derrota.
Menos mal que la sabiduría popular y la reserva democrática dieron la mano.
A pesar de las órdenes de dirigentes progresistas y algunos verdes de votar en la primera vuelta presidencial por Santos, el grueso del “movimiento democrático” decidió apoyar la dupla conformada por Clara López y Aída Abella.
Esa fórmula consiguió el respaldo de cerca de 2 millones de votantes y ratificó la existencia de fuerzas nítidamente anti-neoliberales que exigen cambios importantes en la conducción del país.
Sin embargo ese resultado no se puede interpretar como un triunfo contundente. Es, indudablemente la revalidación de que la unidad suma y multiplica votos, pero nada más. No deja de ser una derrota.
Sobre todo cuando en la Nación desde el año anterior (2013) se respiraba un aire de protesta, inconformidad y movilización social activa y beligerante. Ese ambiente tuvo que haberse materializado en importantes resultados en el campo electoral.
El gran derrotado al interior de las fuerzas democráticas fue el senador Robledo, quién había anunciado una debacle en el Polo por unirse con sus anteriores aliados del Partido Comunista y la Unión Patriótica, representados por Aída Abella.
Pero Petro también sufrió su pequeño revés. Se negó a apoyar a Clara y prefirió hacer acuerdos directamente con Santos, muy seguramente para sostenerse en la Alcaldía frente a la arremetida del Procurador.
En la segunda vuelta el “movimiento democrático” vuelve a expresarse con coherencia. A pesar de los llamados del Moir y un sector de los Verdes a votar en blanco, la gran mayoría de las fuerzas democráticas decidieron “votar por Santos contra Uribe”, a favor de la Paz y contra la guerra.
Esa votación significó – así mismo –, que el movimiento democrático les perdonó a Santos y a la guerrilla sus incoherencias oportunistas en el manejo de los diálogos y del proceso de Paz.
Pero el uribismo – aprovechando esos errores – obtuvo un importante respaldo que no se puede minimizar. Está allí, acechando, complotando y esperando su oportunidad.
También existió la expectativa de que el gobierno de Santos profundizara las políticas sociales que inició en su primer gobierno (reparación de víctimas, restitución de tierras a desplazados y otras) e impulsara algunos cambios en su política neoliberal.
El  problema consistió en que los partidos y dirigentes alternativos y de izquierda que ayudaron a elegir a Santos – por complejos moralistas – no exigieron ni forzaron la participación en el gobierno ni sustentaron los cambios correspondientes. Cazaron el tigre y se asustaron con el cuero.  
En el 2015 el “movimiento democrático” no sólo tendrá que seguir respaldando el proceso de Paz, elegir gobiernos locales y regionales que representen las nuevas fuerzas sociales y políticas que emergen desde lo profundo de la sociedad, sino perfilar un escenario nuevo y de transformación democrática hacia el 2018.
No se trata solo de detener al uribismo. La meta tiene que ser ganar la alcaldía de Bogotá con fuerzas claramente independientes, alternativas, liberales sociales, progresistas y de izquierda.
En donde esto no sea posible, en aquellos entes territoriales donde se corra el peligro de que el uribismo pueda ganar, se tendrán que concertar amplias alianzas con base en programas democráticos, sociales y contra la corrupción.
Ojalá los graves errores cometidos durante el 2014 no sean olvidados ni justificados. Deben servir de lección para que en el 2015, el “movimiento democrático” sea interpretado consistentemente por la dirigencia de los grupos y partidos, construyendo unidad y claridad.
Sin embargo, para forzar mayores desarrollos en el campo democrático se necesita ir visualizando el surgimiento de un Nuevo Proyecto Político.
Es necesario que aparezca sangre nueva que utilice métodos realmente democráticos e impulse prácticas incluyentes, ágiles y flexibles. No se trata de oponerse a alguien en particular pero si es urgente dinamizar y canalizar los procesos sociales y políticos que están apareciendo en las ciudades y que requieren nuevas alternativas y propuestas.
Los grupos y partidos alternativos y de izquierda que nacieron en los años 60s y 70s del siglo pasado (XX) sufren la “fatiga del metal”. La corrosión y el envejecimiento los ha debilitado. Son partidos con genes y herencias rurales que ya no dan más. Se precisa un fuerte sacudón y el relevo generacional. ¡El año 2015 es propicio para que la juventud se haga sentir!

sábado, 27 de diciembre de 2014

CRISIS FISCAL Y ECONÓMICA, MOVIMIENTO POPULAR Y NUEVO PROYECTO POLÍTICO

Popayán, 27 de diciembre de 2014 
Algunos analistas y dirigentes de izquierda se hacen ilusiones sobre la posibilidad de que el movimiento popular en Colombia retome su dinámica de lucha y reaccione frente a las medidas que tendrá que tomar el gobierno obligado por la caída de los precios internacionales del petróleo y la crisis evidente de su modelo de reprimarización de la economía basado en la locomotora minero-energética.
Mi tesis es que el movimiento popular ya tensionó sus fuerzas al máximo desde 2008 hasta 2013, pero las organizaciones que hacen parte del "movimiento democrático" no estuvieron en la capacidad de dirigir con acierto esa lucha, no consiguieron canalizarla ni potenciarla para obtener triunfos políticos contundentes. Por el contrario con su actitud economista, oportunista y grupista, ayudaron a derrotar al movimiento popular.
El MOIR, por su lado, entregó el movimiento a los intereses de la burguesía agraria, se quedó en las luchas por subsidios, y contribuyó a derrotar y desestimular a los pequeños y medianos productores; y la izquierda armada o cercana a la armada, por el otro, ayudó a derrotar y desestimular a los pequeños campesinos colonos y jornaleros cocaleros, entregando la lucha a los intereses de los campesinos ricos de las zonas de colonización (nueva burguesía agraria emergente).
Por ello, ante esa incapacidad manifiesta – que nos llevó en el campo electoral a escoger entre lo malo y lo peor (Santos y Zuluaga) – se hace necesario construir un Nuevo Proyecto Político, tomando como base estratégica a un sujeto social y político que ya se viene expresando con fuerza desde la "Ola Verde", los "cacerolazos" de solidaridad con el Paro Nacional Agrario y el apoyo a la Bogotá Humana, que está compuesto principalmente por jóvenes profesionales, tecnólogos y técnicos que el gran capital ha "proletarizado" (trabajadores del conocimiento y la cultura o "cognitariado precariado"), y que será – indudablemente – la base social más dinámica de la lucha por la democracia, la transparencia administrativa y la equidad social en los próximos años.
Ellos serán fundamentales para que el "movimiento democrático" sea gobierno en 2018, apoyándose en las figuras democráticas que ya existen (Gustavo Petro, Jorge Robledo, Sergio Fajardo, Claudia López, Feliciano Valencia, Iván Cepeda, Clara López, Aída Abella, Camilo Romero, Antonio Navarro y demás) pero imprimiéndole un espíritu verdaderamente democrático a nuestras luchas, derrotando el grupismo, el individualismo y el caudillismo, forzando la unidad y estimulando la participación política del pueblo, con métodos pacíficos, civilistas, con autonomía y sin presiones externas, con creatividad, flexibilidad e inteligencia.

Que el 2015 sea el año de avance por ese nuevo camino. ¡Eso esperamos!!! ¡Feliz año!

sábado, 20 de diciembre de 2014

QUE LA GENTE PARTICIPE Y DECIDA

Para los frustrados y escépticos con las prácticas del Polo, Verdes y Progresistas…
QUE PARTICIPE Y DECIDA LA GENTE
Popayán, 20 de diciembre de 2014
Colombia va entrando en una fase de relativo y tibio auge democrático. Varios síntomas así lo señalan. El  proceso de Paz abre expectativas a un ambiente de reconciliación que favorece la participación de la población en la acción política, aunque en sí mismo el proceso no es garantía de avance democrático. El cansancio con la politiquería y la corrupción es generalizado. Hay un rechazo cada vez más creciente a la situación privilegiada de congresistas, magistrados y altos funcionarios del Estado. La crisis del sistema de salud es otro motivo de protesta permanente y la necesidad de generar empleo formal y bien pagado es una demanda reiterada. 
Pero además, surge una coyuntura que parece inesperada pero que se veía venir. Han confluidos dos fenómenos económicos en el mundo que afectan la situación fiscal del gobierno  y la economía colombiana. El incremento de la producción de petróleo basada en el "fracking" por parte de EE.UU. y la caída del crecimiento de la economía china, además del mantenimiento de la recesión en Europa, han provocado el desplome de los precios internacionales del crudo lo que para el gobierno colombiano representa un faltante en el presupuesto nacional aproximado a 19 billones de pesos y disparará el monto de la Deuda Pública de forma exponencial (se calcula que ese costo será del 1% del PIB).
Ese hecho va a obligar de inmediato al gobierno a diseñar y aprobar una reforma tributaria con todas las consecuencias que trae para la población. También intentarán seguir privatizando y vendiendo a Ecopetrol. Van a tratar de presentar dicha situación como efecto exclusivo de factores internacionales tratando de ocultar su responsabilidad política. El aumento y extensión del IVA a nuevos productos, la re-estratificación de la población en las ciudades y otras medidas similares estarán en sus planes. Además los recursos destinados para la fase de “post-acuerdos” – que ya eran limitados – se verán fuertemente afectados. Esa situación golpea además el modelo de re-primarización de la economía que con la locomotora minero-energética la burguesía trans-nacionalizada pretendía obtener grandes ganancias en sociedad con grandes conglomerados capitalistas transnacionales.     
Sin embargo para aprovechar plenamente ese relativo auge democrático y la coyuntura de “crisis fiscal y económica”, se requiere un diseño estratégico de nuevo tipo. Los actuales partidos y movimientos independientes, alternativos, liberales, progresistas y de izquierda que hacen parte del "movimiento democrático" no han logrado interpretarlo plenamente, y por eso, no están en capacidad de liderar una propuesta que en verdad entusiasme a las mayorías ciudadanas. 
Uno de los problemas que tenemos es que los procesos políticos que se reclaman de avanzada y promotores del cambio, continúan reproduciendo las costumbres políticas de los partidos oligárquicos tradicionales. El caudillismo y el gamonalismo hacen carrera en todas las agrupaciones, no hay un serio trabajo de construcción de equipos y niveles de decisión colectivos, las principales determinaciones están monopolizadas por cúpulas burocráticas que cierran los espacios y, el seguidismo al líder o dirigente es la práctica permanente.
Por ello, a pesar de los aciertos en algunos aspectos de la política progresista y de izquierda que no se pueden negar, esas agrupaciones políticas no desarrollan un accionar verdaderamente democrático, no dan ejemplo a la sociedad y como herramienta de transformación dejan mucho que desear.
Por lo tanto – insistimos –, se requiere una iniciativa de nuevo tipo, que sirva de dinamizador, contrapeso, catalizador, “empujador”, desencadenador de nuevas dinámicas, impulsador de una nueva “ola democrática multicolor y poderosa”, que sirva para barrer definitivamente con el clientelismo y politiquería propia de una sociedad “colonial” que se niega a entrar en la modernidad.
Se necesitan dos características fundamentales para que ese nuevo esfuerzo sea exitoso:
1. Desarrollar una práctica efectivamente democrática hacia adentro y hacia afuera.
2. Levantar e impulsar un programa táctico que logre movilizar a las mayorías de la población.
Práctica democrática integral
Necesitamos un movimiento que practique, hacia su interior y en su relacionamiento con la sociedad, un verdadero espíritu y práctica democrática. No es posible construir democracia si no somos capaces de contar con una herramienta cualificada que sirva de modelo y motivación para el conjunto de la población. La democracia se construye con ejemplo.
En Colombia no tenemos una verdadera tradición democrática. Incluso, en las organizaciones sociales el espíritu burocrático y el individualismo se imponen en los procesos de organización y decisión. En algunos casos se promueve la “democracia asamblearia” como la gran solución, pero si no existen instancias organizativas insertadas en la población que “desde abajo” canalicen la participación de las bases sociales, las grandes asambleas son sólo pantomimas y apariencia de democracia.
Un movimiento cualitativamente superior a lo que hemos tenido debe impulsar y construir por lo menos las siguientes prácticas:
- Organizar niveles de decisión “internos” democráticos, basados en el debate fraterno y franco, el estudio y análisis concienzudo de la realidad y en la consulta permanente a la población a través de medios como las redes sociales y los medios de comunicación.
-  Impulsar procesos de organización de la población o interlocutar permanentemente con las existentes a fin de promover una actitud política que relacione lo sectorial (barrial, laboral, agrario, campesino, indígena, de género, etc.) con los problemas locales, regionales, nacionales e internacionales, a fin de combatir el espíritu estrecho que impide que las organizaciones sociales aporten de forma integral en la formulación de políticas públicas.
- Combinar creativa y flexiblemente el papel de los individuos y los equipos de trabajo colectivos con el fin de estimular la iniciativa, con base en lineamientos generales de política, con políticas gruesas que orienten a la militancia y simpatizantes en su accionar permanente con la población.
El programa coyuntural
Ese nuevo proyecto político debe levantar un programa político y de acción para que el “movimiento democrático” sea gobierno en 2018. Están dadas las condiciones para que esa meta sea conseguible. Sin embargo, si no se evalúa la experiencia de 2013 en donde la construcción de la “tercería” fue un fracaso de las prácticas que basaron su accionar – no en la construcción de un programa unificador – sino en los acuerdos entre cúpulas burocráticas de los dirigentes, llegaremos a 2018 divididos y dispersos como ocurrió en las elecciones pasadas. Y entonces, nos veremos obligados – para supuestamente derrotar al “uribismo” – a escoger entre lo malo y lo peor como acaba de ocurrir en 2014.
Se trata de elaborar un programa táctico para ganar la voluntad de las mayorías y derrotar a los políticos corruptos. El programa que empezamos a tener en mente debe contar – entre otras – con las siguientes características:
- Recoger aspectos de la vida de la población muy concretos y movilizadores.
- Temas como la corrupción y la ineficiencia, los privilegios de los políticos, congresistas, magistrados y altos funcionarios del Estado, la defensa de lo público y el medio ambiente, el empleo y la precariedad del trabajo, deben estar entre los principales.
Inicialmente no se debe pretender un programa para resolver totalmente problemas estructurales. Es un programa para acceder al gobierno central (nacional). Ya en el gobierno el “movimiento democrático” deberá impulsar un “proceso constituyente” – de acuerdo a la correlación de fuerzas – para avanzar en la solución de problemas estructurales con base en la combinación creativa entre transformación de la democracia representativa y la construcción y consolidación de democracia directa.
En lo que se debe insistir es en que no podemos pretender superar el capitalismo de un día para otro. Nuestras economías – dependientes, permeadas y dominadas casi totalmente por el gran capital financiero internacional –, sólo podrán ser verdaderamente autónomas en un proceso largo y dispendioso que debe pasar por el fortalecimiento de nuestra base productiva, la industrialización de nuestras materias primas, la apropiación de la comercialización internacional de nuestros productos por medio de grandes empresas “trans-latinoamericanas”, ojalá de tipo comunitario y cooperativo, para disputar la ganancia que se realiza en el mundo desarrollado, y en fin, se requiere un proceso paulatino de acumulación de poder material real, nuevas tecnologías de punta, construcción de seguridad y soberanía alimentaria, recuperación de los medios de información y comunicación, y un proceso de construcción de condiciones materiales, culturales y sociales para poder dar más adelante saltos cualitativos hacia modelos y relaciones de producción post-capitalistas viables y sostenibles.
Lo contrario es pensar con el deseo. Los socialistas deben ser parte del “movimiento democrático”, ser un sector paciente pero visionario, adecuado a la realidad del mundo globalizado, crítico del “socialismo estatista” del siglo XX que basó su accionar en el aparato estatal y no en la iniciativa de los trabajadores y de la población en general. Si así se comportan, podrán influir en el movimiento democrático, entendiéndose con otras corrientes de pensamiento liberal, socialdemócrata, humanista, y otros, sin afanes ni pretensiones hegemonistas que convertirían este experimento en un nuevo fracaso, quitándole su esencia plural y amplia para reducirlo a una nueva secta “esclarecida” pero aislada y sola.
Existen las condiciones para avanzar con ésta nueva experiencia. Cientos de dirigentes jóvenes que participaron del Polo, en la Ola Verde, que empiezan a cuestionarse los límites caudillistas y burocráticos del Progresismo, que están frustrados y escépticos, están a la expectativa y dispuestos a construir colectivamente esta nueva experiencia. ¡Intentémoslo!      

domingo, 7 de diciembre de 2014

PACIENCIA ESTRATÉGICA

Dar forma al “movimiento democrático”…
PACIENCIA ESTRATÉGICA
Popayán, 7 de diciembre de 2014  
En política – como en la vida – si no se hacen bien las cosas, en cualquier momento los errores revientan y se pagan. Si no se construye unidad con base en una fuerte y consistente identidad ideológica, necesariamente se terminará en indecisiones, desgastes, parálisis, y finalmente, la división y la dispersión. No hay posibilidad de hacer trampa. La forma debe estar completamente integrada al contenido. No se puede caminar por desechos para  llegar más rápido o hacer más fácil la tarea. No podemos auto-engañarnos. En cualquier momento salta la liebre. No por mucho madrugar amanece más temprano. 
Es lo que ha pasado con el Polo Democrático Alternativo y se repetirá – invariablemente – con la Alianza Verde. La división manifestada en las pasadas elecciones en ambos partidos es una ratificación de esas verdades de sentido común. Igual circunstancia está viviendo el partido liberal. Los pocos socialdemócratas que quedan en ese partido están migrando hacia nuevos escenarios para no quedar enterrados con sus rancios jefes neoliberales. La renuncia de Alpher Rojas Carvajal, ex-director Nacional del Instituto del Pensamiento Liberal a la militancia en ese partido (http://on.fb.me/1I1fnyc) es parte de ese proceso.
Lo interesante de estos intentos fallidos es que dejan importantes lecciones que estamos aprendiendo. En forma sintética presentamos algunas de ellas:
1.    No son suficientes los pactos o convenios programáticos. Siempre habrá interpretaciones, énfasis, manejos y aplicaciones diferentes de acuerdo a la formación ideológica de las fuerzas y personas que participan de la experiencia política.
2.    No son suficientes los reglamentos y estatutos. Si no existe una fuerte identidad ideológica, esas reglas no servirán para nada.
3.    Se requiere un diseño estratégico unificado. Es necesario construir conjuntamente unos objetivos, metas precisas, fases y procedimientos. Es indispensable un plan concertado. Es el verdadero combustible del proyecto.  
Éste último aspecto ha sido poco trabajado en Colombia. En el PDA se juntaron fuerzas que todavía creen en (o sueñan con) la insurrección civil popular. También se sumaron diversos sectores que – así no lo acepten públicamente –, no han renunciado a la lucha armada. Además, ya estaban en el PDI los que decididamente están por la vía electoral. Es más, al interior de cada uno de esos sectores existen diferencias que no se han aclarado. ¡He allí el detalle!
Por la importancia que este tema tiene para poder constituir en el inmediato futuro un nuevo proyecto político que le de forma al “movimiento democrático” o Partido del Pueblo, que ya existe en el corazón y en la conciencia popular (http://bit.ly/1vN8JGt), intentaremos formular una visión de lo que podría ser ese diseño estratégico, de acuerdo a las experiencias exitosas que están desarrollando los pueblos de América del Sur, y claro, con base en nuestras condiciones particulares.
Historia y diseño estratégico
Después de la caída del bloque socialista en la Europa Oriental, la geopolítica mundial cambió (1989). La lucha armada como herramienta de revolución social y política no tuvo – a partir de ese momento –, razón de ser. El imperio tenía todas las herramientas y fuerza para derrotar esos intentos por medio de la instrumentalización de los conflictos. Así, diseñaron la estrategia de los “conflictos de baja intensidad”, las guerras de 4ª generación y las “guerras sucias”. Así ocurrió en Colombia. Sólo ahora algunos caen en cuenta. Son los tozudos hechos que nos atropellan. La insurrección zapatista lo comprendió muy bien y se transformó oportunamente en un levantamiento simbólico, basado fundamentalmente en la fuerza organizativa de los pueblos indios. Y allí están, tirando del carro de la historia. 
Vienen entonces durante los años 90s del siglo XX y principios del XXI, los levantamientos populares civilistas que respondían a la profunda crisis económica que trajo la aplicación de las políticas neoliberales. El primero fue en 1989 en Venezuela (“El Caracazo”) pero en Colombia se vivía ya ese proceso que era canalizado de alguna manera por los movimientos insurgentes sin conseguir éxitos contundentes. El proceso constituyente impulsado y manipulado por la oligarquía en 1991 fue una respuesta táctica a dicho ascenso de las luchas populares en Colombia.
Es sobre esa oleada de luchas populares como se va diseñando la estrategia popular y democrática para derrotar políticamente a las oligarquías y al imperio utilizando las vías electorales. Chávez inicia ese proceso en Venezuela en 1999, que ha sido continuado por Lula y Dilma en Brasil, los Kirchner en Argentina, Evo en Bolivia, Correa en Ecuador, de alguna manera la Bachelet en Chile y el Frente Amplio (Vásquez-Mujica) en Uruguay.
A pesar de las diferencias que tienen estos procesos fruto de las particularidades de cada país y de los movimientos populares comprometidos – unos más avanzados que otros –, unos con bases rurales, indígenas y campesinas, otros con el apoyo de los trabajadores y sectores urbanos, lo cierto es que el diseño estratégico tiene enormes similitudes de las cuales es válido aprender.
Veamos el caso de Venezuela. Después de salir de la cárcel en 1994 Chávez se dedica a construir el núcleo del Movimiento V República, recogiendo de aquí y de allá, sin colocarse como meta la unificación formal de la izquierda. Ese núcleo diseña la estrategia que no se puso como  objetivo – en lo inmediato – la derrota del imperio y mucho menos una revolución socialista. El objetivo central era derrotar a los partidos tradicionales oligárquicos (Adecos y Copeyanos, AD y COPEI), castigarlos por su descomposición y corrupción. Sólo eso. Y para ello había que juntar a todas las fuerzas democráticas decentes que existían en Venezuela. Luis Miquelena – un liberal decente – era el principal aliado político de Chávez.
En cada país ha ocurrido un proceso similar. En algunos países en donde la correlación de fuerzas lo permitía y exigía, como Venezuela, Ecuador y Bolivia en donde las fuerzas del cambio ya se habían constituido en gobierno, se impulsa la convocatoria de Asambleas Constituyentes para consolidar y profundizar las transformaciones por la vía revolucionaria institucional, no sin ciertas dificultades creadas por las fuerzas contrarrevolucionarias que intentaron asaltar la voluntad popular con golpes de Estado. En los otros países los cambios son paulatinos y lentos, pero allí van, poco a poco, consolidando las fuerzas y los procesos.
Lo interesante es tener claro el objetivo. En Colombia se quiere derrotar los TLCs, hacer la reforma agraria democrática, impulsar un reordenamiento territorial descentralizado, derrotar las políticas neoliberales privatizadoras en educación, salud y servicios públicos y demás reivindicaciones populares, y todo ello se quiere hacer de una vez. Sin estrategia y sin plan. Quien no incluya uno de esos puntos es “un moderado” o peor, “un conciliador”. Y es por ello que no se pone como primer, principal y único objetivo la derrota política de los partidos que representan los intereses de la oligarquía. Ser gobierno debe ser la prioridad, con un programa muy amplio, que enamore a las grandes mayorías de nuestro país, que le apunte ante todo a la corrupción, a la ineficiencia y al clientelismo de los partidos tradicionales y de los “nuevos”, que hacen parte del establecimiento oligárquico.
Por ello hemos fracasado, porque queremos hacer todo de una vez, porque no hemos construido una visión estratégica. Hay que ir paso a paso, con “paciencia estratégica”. Apoyando a Mockus ya habríamos derrotado a los partidos tradicionales y estaríamos ahora  o saliendo de Mockus o haciéndolo avanzar hacia lo social. Pero no, plantear eso era una blasfemia. Chávez sólo enfrentó al imperio después del golpe de Estado de abril de 2002. Correa y Evo avanzaron en su estrategia después de haber derrotado los intentos golpistas de la vengativa oligarquía imperial.
Además, en el caso de Colombia, la oligarquía ha podido identificar a la izquierda con una insurgencia degradada que convirtió a los campesinos medios y ricos en su objetivo militar y económico. Ello les ha dado enormes ventajas hasta el punto de que un proyecto fascista y paramilitar estuvo a punto de apoderarse totalmente del aparato estatal a nombre de la seguridad de los colombianos y como punto de defensa “patriótico” ante la supuesta amenaza “castro-chavista”.
Es por ello que el “movimiento democrático” en Colombia debe sumar las fuerzas políticas y sociales que con toda claridad y transparencia estén decididamente por las vías electorales institucionales y que además su práctica real respalde esa decisión. Y para hacerlo más creíble debe concertar esa estrategia anti-oligárquica con algunas fuerzas del establecimiento burgués que les interese el proyecto. Empresarios cansados de la corrupción, liberales socialdemócratas cansados de neoliberalismo, profesionales de todas las áreas que sufren la precariedad de los empleos y el monopolio de los contratos, científicos e intelectuales inconformes con la mediocridad de nuestros gobernantes, mucha pero mucha gente puede subirse con tranquilidad a ese proyecto de Nación que podría emular la famosa frase de Gaitán: “¡Por la restauración moral de la República!”. Nada más, por ahora.
El año 2015 debe ser utilizado para construir las bases de ese “nuevo movimiento político”. Con 100 líderes y liderezas jóvenes de todo el país, asesorados por una retaguardia intelectual que debe dejarle el protagonismo a la juventud, se podría arrancar a principios de 2016. Ya los veteranos tuvieron su turno y no lo aprovecharon. Los unos, por no ser decididamente anti-neoliberales (Mockus). Los otros por no aceptar la realidad del mundo globalizado (Robledo). Unos más, por no deslindarse de una guerrilla degradada y desprestigiada (Piedad Córdoba, PC y demás). Y todos, por no enviar un mensaje de verdadero sentido democrático, por no leer la necesidad de construir serios movimientos políticos y no empresas electorales con dueño y patrocinador particular.
El programa casi que está a la vista: construir democracia para el ciudadano del común; golpear la corrupción donde es más visible (altos sueldos y primas de los congresistas y magistrados); recuperar lo público sin caer en el estatismo paternalista; defender el medio ambiente sin ninguna clase fundamentalismos ecologistas; impulsar la industrialización de nuestras materias primas y apropiarnos de la comercialización internacional de nuestros productos que está en manos de las grandes transnacionales; recuperar un mínimo de legislación laboral que proteja a millones de trabajadores precarizados en sus condiciones laborales; pero todo en el marco de un mundo capitalista que no vamos a cambiar de un momento para otro.
En el marco de las elecciones locales y regionales se puede construir este proceso. En esa dinámica hay que impulsar las más amplias coaliciones para derrotar a la casta política tradicional – incluyendo el uribismo –, y a la vez ir juntando esa dirigencia joven que está frustrada dentro de los actuales proyectos políticos. Desgraciadamente, lo que podríamos considerar como lo más avanzado del “movimiento democrático” – el “progresismo-petrista” que está al frente de la administración distrital de Bogotá –, también tiene graves falencias y vicios caudillistas, burocratismo, estrechez de miras, cerramiento grupista y sectario, y ausencia de una verdadera estrategia colectiva. Petro es el caudillo y sus áulicos cierran todos los espacios como lo están comprobando una serie de activistas sociales y culturales de Bogotá.

Combinar el conocimiento y la experiencia reflexiva de veteranos dirigentes e intelectuales con la creatividad y el entusiasmo juvenil, deberá ser la fórmula que durante el año 2015 nos permita y facilite la creación de un gran equipo de jóvenes políticos que dinamicen la vida política del país a partir de 2016. Si nos lo proponemos, lo lograremos. 

viernes, 28 de noviembre de 2014

PETRO DEBE APOYAR A CLARA


PETRO DEBE APOYAR A CLARA
Popayán, 28 de noviembre de 2014
En los próximos días Gustavo Petro tomará una decisión vital. Tiene que ver con la candidatura a la Alcaldía de Bogotá. Apoya a Clara López o se va con candidato propio. Será algo determinante frente a su aspiración presidencial para 2018. Si se equivoca una vez más – como ocurrió en la primera vuelta de las pasadas elecciones –, sus posibilidades de ser Presidente de Colombia serán muy remotas.
Todo indica que la lucha por la primera magistratura en el próximo período va a estar completamente abierta. La mayoría de partidos saldrá con candidato propio. Ya lo anunció el Partido de la U. Cambio Radical prepara a Germán Vargas Lleras. El liberalismo tiene varios prospectos. El Centro Democrático de Uribe estará en primera fila. Sergio Fajardo buscará el aval de la ASI y Petro será el candidato de la Alianza Verde. El Polo ya tiene a Robledo como pre-candidato. Todos buscarán conformar amplias coaliciones. Esa será la apuesta ganadora.
Los candidatos que ya marcan el paso para esa elección son Sergio Fajardo y Germán Vargas Lleras. El actual Gobernador de Antioquia saldrá de esa administración con una opinión favorable, sin mucho desgaste y se presentará como el fiel de la balanza para continuar con el “post-conflicto”. Vargas Lleras, por su cuenta, tratará de recoger los frutos de la inversión del gobierno Santos en vivienda e infraestructura vial, aunque con la crisis en los precios del petróleo – que son determinantes en las cuentas fiscales del Estado – no va a tener una ruta cierta ni pavimentada. Su raigambre de derecha puede darle ciertas posibilidades de recoger fuerzas uribistas, pero su horizonte no se ve despejado.
En el caso de Petro su situación es dramática. Viene sufriendo un sostenido desgaste después de haber derrotado el complot para derrocarlo. El deterioro de la imagen de su gestión es resultado de un acumulado de errores político-administrativos y de problemas estructurales de la ciudad. Lo arbitrario de la destitución y la solidaridad generada, los habían mantenido ocultos. Pero a medida que pasa el tiempo han salido a flote una serie de dificultades que al final del mandato serán cobrados con virulencia por sus enemigos y contradictores.   
Se podrían enumerar las siguientes complicaciones: la inestabilidad y poca continuidad en la gestión administrativa basada en el pobre perfil técnico de sus funcionarios; la falta de claridad en la prórroga de los contratos de Transmilenio; las denuncias de corrupción – no comprobadas pero sí muy publicitadas – relacionadas con la familia Alcocer, cuñados del Alcalde; los distanciamientos de personajes importantes como Antonio Navarro y el concejal Carlos Vicente de Roux; y la acumulación de problemas de movilidad e inseguridad que han sido explotados por los medios de comunicación en contra de la imagen del alcalde capitalino.
Es por ello que Petro debe apoyar a Clara López en su aspiración a la Alcaldía de Bogotá para el período 2016-2019. Empezará – con ese gesto – a construir una gran coalición democrática para 2018, a la cual tendrá que sumar a liberales independientes y social-demócratas, y al resto de fuerzas alternativas y de izquierda que se la jugaron por la Paz en las elecciones de 2014. Clara – así haya sido parte del gobierno de Samuel Moreno – tiene todas las condiciones para derrotar al uribismo. Dejó una buena imagen en su gestión y ha mostrado ser inteligente y preparada para ejercer ese cargo.
Si por falta de visión política, soberbia, mala asesoría, o todo junto, Petro decide en contrario y apoya a otro candidato, lo más seguro es que la Alcaldía de Bogotá caerá en manos del uribismo o de la clase política tradicional. Si ello se da, los ciudadanos independientes de la capital – en su mayoría tirados al progresismo y a la izquierda – no se la perdonarían nunca. Allí Petro cavaría su propia tumba política.

Hay que impedir que el triunfalismo autista que portan una serie de burócratas que rodean a Petro lo lleven a asumir actitudes arrogantes y sectarias que mucha gente le adjudica. La Bogotá Humana tiene en Clara López una buena continuadora. Así lo ha afirmado la dirigente polista, con la precisión de que rectificará en aquello que considere inconveniente para la ciudad y sus habitantes.

viernes, 18 de julio de 2014

EL "PARTIDO DEL PUEBLO" EXIGE UNIDAD, DIRECCIÓN Y AUDACIA

EL “PARTIDO DEL PUEBLO” EXIGE UNIDAD, DIRECCIÓN Y AUDACIA

Popayán, 18 de julio de 2014  

Las fuerzas democráticas fueron determinantes en la elección del presidente Santos. Actuaron como el “Partido del Pueblo”. Es la expresión profunda de una conciencia popular y nacional en desarrollo y construcción. Ese partido, constituido por gentes con actitud independiente, alternativa, progresista y/o de izquierda va más allá de los partidos y movimientos constituidos. Actúa a veces siguiendo las orientaciones de sus principales líderes pero también desconoce sus decisiones cuando estas son erradas o confusas.   

Ese “Partido del Pueblo” votó por verdes, progresistas, polistas, liberales demócratas, upecistas, movimientos étnicos y otros, en las elecciones parlamentarias de marzo de 2014. Luego, apoyó decididamente a Clara López y Aída Abella en la 1ª vuelta presidencial y finalmente respaldó la re-elección de Juan Manuel Santos, pensando en la Paz y en el rechazo radical al candidato de Uribe. El “Partido del Pueblo” se expresó con coherencia y continuidad.

Esas fuerzas democráticas han mostrado vocación democrática en los últimos años. Se ha ido acumulando una masa crítica que representa lo más avanzado y consciente de la sociedad colombiana. Dicha población va a ser decisiva para resolver – a favor del pueblo y de la Nación – el desenlace del conflicto armado. Falta que la dirigencia democrática sea capaz de potenciar su fuerza y constituirse en un movimiento unificado y organizado.

Siguiendo ese trasegar, lo más cualificado del movimiento democrático se ha organizado en un Frente Amplio por la Paz y da sus primeros pasos para “configurar  una gran fuerza política que acumule los esfuerzos de las organizaciones, movimientos y partidos políticos de izquierda, independientes y progresistas  para disputar el poder político y aportar a la construcción de la paz con justicia social”.[1]

En forma correcta se ha contextualizado el nuevo Frente respecto del momento político. Se caracteriza como la sumatoria de fuerzas alternativas, progresistas y de Izquierda. Se definió su Plataforma de Lucha inmediata y se trazó un plan de acción. De manera precisa se afirma que “El respaldo al presidente Santos en las urnas no se puede confundir con la adhesión a su concepto de Paz. Por el contrario existen diferencias de enfoque y de contenido, lo que obliga a las fuerzas de izquierda  a  buscar  una mejor correlación de fuerzas en vías de lograr una verdadera Paz, estable y duradera, fundamentada en reformas y aperturas democráticas de la vida social, económica, cultural y política.”[2]   

Estos pasos iniciales en la construcción de una organización unificada que le dé concreción al Partido del Pueblo deben acelerarse al máximo. Las fuerzas democráticas se enfrentan a dos bloques oligárquicos que tienen planes contrarios a los intereses populares y nacionales. Esas fuerzas oligárquicas tienen la ventaja de tener el poder económico y político, tienen estructura, saben para donde van y mantienen la iniciativa. Santos, al frente de la burguesía transnacionalizada y Uribe a la cabeza del latifundismo reaccionario.

El “bloque santista” aspira a colocar el proceso de Paz al servicio de la profundización del modelo neoliberal, como ya lo viene haciendo. Pretende cooptar a una parte de las fuerzas democráticas como base fundamental para sustentar falsas y limitadas reformas de la institucionalidad democrática burguesa, de la política agraria y de drogas de uso ilícito, para impulsar planes, programas y proyectos focalizados a zonas de colonización en donde ha persistido el conflicto armado, pero sin tocar para nada la estructura neoliberal del régimen capitalista.

El “bloque uribista” – alentado por los resultados electorales que ni ellos mismos se lo esperaban –, no está a la defensiva. Tiene la enorme ventaja de contar con una dirección fuertemente centralizada y aspira a que el gobierno y la guerrilla continúen cometiendo los mismos errores que le permitieron crecer políticamente al uribismo[3]. Ahora esos errores los pretenden canalizar hacia dos tareas centrales: fortalecer los grupos paramilitares especialmente en zonas de conflicto como el Cauca, Nariño, Valle, Guajira, Norte de Santander, etc., y derrotar a las fuerzas de la Paz a la hora de refrendar los acuerdos.  

Cada bloque oligárquico ya tiene preparados sus proyectos de ley sobre reforma política y electoral, judicial, tributaria, educación y salud. Tanto Santos como Uribe tienen definidas sus estrategias y movimientos tácticos, han identificado sus prioridades y pretenden colocar a las fuerzas democráticas a su servicio. El uribismo ya aprendió a encauzar para sí los esfuerzos de un sector de la oposición de izquierda (MOIR-Dignidades) y el santismo aspira a que quienes lo apoyaron electoralmente se muestren condescendientes con su propuesta neoliberal – sin ir más allá –, por temor al chantaje de la guerra.

El gran reto para el “Partido del Pueblo” es no caer en la sumisión de la “democracia” ante el liberalismo. Ya Santos lanzó su jugada de nombrar a Ernesto Samper como Secretario General de UNASUR. Seguramente nombrará a algún “independiente”, “alternativo”, “progresista” o “de Izquierda” en el gabinete, y lo hará no porque vaya a cambiar su rumbo neoliberal sino para utilizar nuevos “angelinos” o “luchos”. Es su apuesta.

Y eso Santos lo puede hacer porque el Movimiento Democrático o el “Partido del Pueblo” peca todavía de timidez, vacilación, inseguridad y falta de audacia política. Caemos todavía en una serie de confusiones que nos impiden actuar como “bloque democrático” y por ahora, actuamos para nosotros mismos, nos refugiamos en nuestras propias fuerzas y no nos arriesgamos. Entre esas confusiones podríamos señalar las siguientes:

1. Creer que proponer cambios estructurales a Santos y a la Nación, es apoyarlo. 2. Pensar que exigirle participación de alto nivel en su gobierno, es plegársele. 3. Considerar que tratar de concretar nuestras propuestas – así sean parciales – siendo parte de un gobierno neoliberal, nos desfigura como alternativa.

Para poder avanzar el “Partido del Pueblo” – ahora representado por el Frente Amplio por la Paz – debe construir nuevos paradigmas, nuevas miradas, arriesgadas actitudes y visión de Estado, ganas de liderar a la Nación y llegarle al conjunto del pueblo, rompiendo con viejos esquemas y superando tradicionales temores.

Para hacerlo debemos clarificar aspectos como los siguientes:

1. No es lo mismo presentar nuestras propuestas a toda la sociedad que hacerlo retando al contradictor político que nosotros escojamos. La acción política es proponer y obligar al contrario a reaccionar. Desenmascarar a Santos con nuestras propuestas es la tarea central, a la vez que se invisibiliza y se neutraliza al uribismo. Se llama, tomar la iniciativa.  

2. Si Santos no acepta es problema de él. Nuestras propuestas quedarán posicionadas como alternativa real en los ojos y en la mente de la Nación y el Pueblo. Significa, ponernos al frente.

Lo anterior parte de entender que hoy se ha impuesto a nivel mundial un régimen neoliberal global por encima de los Estados nacionales. Todos los gobiernos (incluyendo los de Maduro, Correa, Evo, Castro, Ortega, etc.) lo que hacen es desarrollar aspectos parciales de una política social y "nacional" que se juega a diario entre la cooptación neoliberal y la acumulación de fuerzas, lo que implica construir "desde abajo" cambios post-capitalistas: Democracia Directa como expresión de poder popular; "nuevas economías" solidarias que se desconecten del control financiarizado; nuevos desarrollos culturales que ataquen el concepto de “progreso” y logren enfrentar el consumismo fetichista; y otros.

Es por ello que todo depende – no tanto de los gobiernos y de los ejercicios en los parlamentos burgueses – sino que, tanto el proceso de Paz como la democratización del país, se van a lograr por efecto de la acción revolucionaria que se realice desde las bases sociales, lo que exige la más amplia unidad de las fuerzas que hacen parte del Movimiento Democrático y una máxima claridad en nuestra estrategia. Ese es el reto.



[1] El Frente Amplio por la Paz, contexto, carácter, plataforma y tareas: http://alainet.org/active/75472&lang=es

[2] Ídem., documento citado.

[3] Los errores que ha cometido el gobierno y la guerrilla son básicamente los siguientes: El gobierno: generar expectativas de Paz inmediata, colocándole plazos y fechas a los diálogos y acuerdos; mantener un Ministro de Defensa (de guerra) uribista lo que no permite la depuración de las fuerzas armadas y liquidar las Bacrim; banalizar e identificar la terminación del conflicto con la conquista de la Paz. La guerrilla: No asimilar interiormente su derrota política fruto de haberse dejado degradar en medio del conflicto; creerse más víctimas que victimarios; pensar que todavía pueden representar políticamente al conjunto del pueblo; mantener formas de lucha que afectan a la población civil y a la naturaleza; trasladar mecánicamente formas de dirección política vertical y autoritaria propias de la guerra a la dinámica de la organización y movilización social.    

lunes, 30 de junio de 2014

SANTOS, FRENTE AMPLIO POR LA PAZ Y MOVIMIENTO DEMOCRÁTICO

SANTOS, FRENTE AMPLIO POR LA PAZ Y MOVIMIENTO DEMOCRÁTICO
Bogotá, junio 30 de 2014
El movimiento democrático colombiano le dio el triunfo al presidente Santos el 15 de junio pasado. Fue sin condiciones ni pactos previos. Sin embargo, los resultados forjaron una nueva realidad política en Colombia. Los votos de una ciudadanía madura y sensata decidieron que Santos debe ponerse a la cabeza del Frente Amplio por la Paz. Dicha orden surge de los votos más conscientes y limpios de la sociedad colombiana.
Al darle ese mandato, el movimiento democrático se puso al frente de la lucha contra Uribe. En esa tarea desplazó a Santos y, a la vez, se convirtió en su jefe. Simultáneamente, hizo a un lado a las FARC enviándoles un mensaje contundente – no de respaldo – sino de conminación a que deben firmar pronto la terminación del conflicto armado.
El problema actual consiste en que los principales líderes del movimiento democrático no son lo suficientemente conscientes de que ese movimiento existe y que ha acumulado la fuerza para liderar al conjunto de la sociedad colombiana en su lucha por la Paz y la Democracia. Los dirigentes de las fuerzas independientes, alternativas, progresistas y de izquierda, al estar divididos y dispersos, no perciben todavía la fuerza de esa corriente.
Esos líderes y liderezas son los/as que tomaron la determinación de llamar decididamente a la población a “votar por Santos contra Uribe”, por la conquista de la Paz y en defensa de la democracia. Se destacan Clara López, Carlos Gaviria, Aida Abella, Gustavo Petro, Iván Cepeda, Antanas Mockus y Claudia López, pero es claro que hacen parte del movimiento democrático otros/as dirigentes que aunque tenían dudas terminaron por aceptar que ese paso era absolutamente necesario.
Pero el movimiento democrático en Colombia va más allá de sus dirigentes. Está conformado por unos tres millones de personas que tienen sus raíces en el M19 y la UP de los años 80s y 90s del siglo pasado (XX),  que tiene su nicho principal en Bogotá y en algunas regiones (Nariño, Costa Caribe, Valle, Cauca y otras ciudades). Fueron los que eligieron como gobernadores de sus departamentos a Parmenio Cuéllar, Floro Tunubalá y Guillermo Alfonso Jaramillo en el año 2000.
Esa ciudadanía independiente ya se expresaba en la elección de Mockus y Peñalosa, se fue alineando a la izquierda eligiendo a Lucho Garzón y Samuel Moreno y ratificó su decisión apoyando a Gustavo Petro en 2012. Igualmente, se manifestó con la votación por Carlos Gaviria en 2006, hizo parte de la “ola verde” y ahora se dejó sentir con su voto contra Uribe y por la Paz.
El movimiento democrático también se manifiesta como movilización social aunque no todos los que protestan por necesidades sectoriales son parte del movimiento democrático. Por ejemplo, muchos de quienes participaron en el paro cafetero y agrario de 2013 fueron canalizados por Zuluaga, lo que deja ver todavía la debilidad del movimiento social y la necesidad de cualificar políticamente esas luchas. No contribuye en ese avance la actitud de algunas organizaciones y partidos que anteponen intereses económicos sectoriales a la lucha democrática del pueblo colombiano.
Hacen parte del movimiento democrático las mujeres y sectores LGTBI en su lucha por igualdad de género y contra la discriminación; los ambientalistas por el respeto de la naturaleza y la preservación de nuestros recursos naturales; los jóvenes con sus expresiones culturales de diverso tipo; los animalistas en contra de los manejos crueles a los animales; los intelectuales progresistas y científicos sociales con sus aportes teóricos al desarrollo de nuestra identidad y la crítica al modelo neoliberal y al capitalismo depredador. Igualmente, los trabajadores del campo y de la ciudad alimentan con sus luchas ese movimiento.
A la vanguardia del movimiento democrático se encuentra un sector de la población que podríamos denominar el “nuevo proletariado”. Son trabajadores calificados, profesionales y técnicos, en su mayoría jóvenes citadinos, pero que por sus condiciones laborales – muchos de ellos desempleados o trabajando en la informalidad – son parte de los “precariados”[1]. Por primera vez se manifestaron masivamente con los “cacerolazos” de solidaridad con el paro agrario en agosto de 2013 y lo volvieron a hacer con las movilizaciones de diciembre de 2013 y enero de 2014 contra el Procurador y de apoyo a Petro.
Como se puede observar, el movimiento democrático requiere con urgencia la unidad de sus principales líderes y el diseño de una estrategia conjunta y colectiva. Para potenciarse en el momento actual, el movimiento democrático necesita concentrarse en dos grandes temas: La terminación consensuada del conflicto armado y la defensa de la democracia.
Dicha estrategia no puede negar la realidad política expresada el 15 de junio de 2014. El pueblo le otorgó un mandato a Santos y el movimiento democrático debe, no sólo estar a su lado en la ejecución de esa política, sino que tiene que empujarlo, presionarlo, hacerlo el líder del Frente Amplio por la Paz, para poder resolver el problema central de la coyuntura.
Si Santos avanza en la dirección correcta, si se construye una Gran Coalición Democrática por la Paz, si se aprueban las políticas sociales y económicas que requiere la verdadera Paz, si Santos en verdad “traiciona a su clase”, Colombia se enfilará hacia la resolución estructural de sus problemas históricos y un burgués estaría liderando la revolución democrática. No es lo más probable pero no podemos desecharlo a priori.
Si no lo hace, si no rompe ni con su política neoliberal ni con los lazos que lo atan al uribismo, si no se arriesga a ponerse a la cabeza del movimiento democrático, éste pasará por encima de él y su liderazgo será barrido por la dinámica popular. Quedará desenmascarado ante el conjunto del pueblo y su oportunidad habrá sido desaprovechada. La forma como se desarrolle ese proceso aún no la sabemos. Podrá ser por medio de una gran movilización popular al estilo boliviano o ecuatoriano o el paso hacia la modernidad y cambio social se puede dar en las elecciones de 2018.
Todo depende de la decisión de los principales líderes del movimiento democrático. Si después de haber elegido a Santos se acobardan y se echan para atrás, si simplemente se van a la oposición, si no entienden que las contradicciones hoy se juegan en el terreno de la política, si no comprenden que lo inmediato es la derrota del uribismo y del latifundismo clerical y reaccionario, si se dejan enredar por posiciones economistas y fundamentalistas, si los paralizan los escrúpulos falsamente moralistas, se perderá una ocasión única para avanzar hacia la efectiva Paz y hacia una consistente apertura democrática.
Es urgente la unidad de los dirigentes más destacados del movimiento democrático. Es perentorio presionar a Santos con una propuesta de alto nivel político y de carácter de Estado. El momento exige pasar por encima de intereses estrechamente partidistas que ya fueron superados por la realidad del movimiento.
Santos va a querer cooptar a los dirigentes del movimiento democrático entregándoles algún ministerio pero para convertirlos en nuevos “angelinos” o “luchos”. La tarea es impedir esa farsa y para hacerla se requiere una iniciativa unificada que comprometa al gobierno con un verdadero programa de transformación estructural para construir la Paz.
Si el movimiento democrático no lo hace, Santos podrá hacer apariencia de reformismo sin realizar verdaderas reformas, como ya lo viene haciendo. Eso hay que impedirlo.




[1] Precariados: clase de desempleados y trabajadores que se encuentran en situación de precariedad prolongada por su bajo nivel de ingresos y por la incertidumbre sobre su futuro laboral.

martes, 7 de enero de 2014

EL EFECTO PSICOLÓGICO DEL “INCIDENTE PETRO”


EL EFECTO PSICOLÓGICO DEL “INCIDENTE PETRO”

Popayán, 7 de enero de 2014

Para incomodidad de muchos partidos políticos y candidatos a elecciones parlamentarias de 2014, éstas estarán atravesadas por el “incidente Petro”. Los comicios para revocar o confirmar el mandato del actual alcalde de Bogotá serán el 2 de marzo. Gustavo Petro lanzará oficialmente su campaña el viernes 10 de enero en la concentración popular que se realizará en la Plaza de Bolívar. De ahí en adelante gobernará en medio de la campaña.

Todos los actores políticos de la capital del país van a quedar subsumidos por esa dinámica. El SI o el NO van a polarizar a los diferentes partidos y candidatos que no podrán esquivar este problema. Muchos intentarán pasar de agache. Otros, la mayoría – oportunistas o no – se alinearán por el NO. Y los uribistas pura sangre encabezarán el SI. Será un verdadero pulso por la democracia en donde la creatividad de la juventud se expresará con plenitud.

Es por ello que el Procurador tiene ante sí un verdadero dilema. Tiene que decidir entre hacer efectiva la destitución del alcalde bogotano antes del 2 de marzo o esperar los resultados de ese evento electoral. No hay que olvidar que Ordoñez y sus cómplices son los elementos más conscientes del peligro de permitir que se crezca la “ola petrista”.

Él sabe que si decide ratificar la decisión antes del 2 de marzo va a provocar una pequeña “ola multicolor” de indignación que se verá reflejada en las elecciones parlamentarias en favor de la izquierda. Sin embargo, en su cálculo político es consciente que es mucho más peligroso que sea la ciudadanía la que refrende el mandato al alcalde capitalino. La “ola democrática” podría ser arrasadora y llevárselos por delante.

Por esa razón el Procurador va a rechazar la recusación que le ha presentado la defensa de Petro. En una carrera afanosa, va a corroborar muy rápidamente la destitución, tal vez, rebajándole unos años a la inhabilidad. Y Santos será el que tenga que definir si acata la solicitud del Procurador con el costo político que tenga para su reelección.

Se equivocan quienes se han imaginado una salida “suave” a este complejo problema. Se engañan quienes ilusamente piensan que la derecha fascista va a dejar pasar esta oportunidad de golpear los anhelos populares de democratización del país. De paso “le miden el aceite” a Santos y desestabilizan los diálogos de Paz.  

El efecto psicológico del “incidente Petro” está vivo. Para algunos sectores de la oligarquía es motivo de estrés. Quisieran – como lo expresa el editorialista de El Espectador (04.01.2014) – que “actuara con grandeza y serenidad”, que no recurriera al pueblo, que no lo movilizara ni le echara discursos, porque según ellos “no le servirá de nada”.

Para otros sectores de la oligarquía el problema es de impaciencia y desespero. Tienen afán de sacar a ese “populista” que se atrevió a tocar sus intereses. Creen que si identifican a Petro con Chávez van a poder neutralizar su política pero se equivocan totalmente. Sólo lograrán hacer vivo el instinto popular que les decía en su intimidad que Chávez no debería ser tan malo si ésta oligarquía lo atacaba con tanta saña.

Para algunos políticos de izquierda – aunque no lo pueden decir – la situación es incómoda. Muchos de ellos, compañeros de Petro, pensaban que la oligarquía ya les había perdonado su antigua rebelión armada y que, como lo han hecho en los últimos 22 años, podrían hacer política de una forma moderada, con tranquilidad. Ellos no quieren hablar de revolución, ni de lucha de clases, creen todavía en la buena voluntad de los burgueses “progresistas” y por ello, todavía no asimilan el “caso Petro”. En el fondo creen que Petro se equivocó y por ello califican el fallo como “exagerado”. ¡No saben qué hacer!

En la otra orilla de la izquierda está el Polo-MOIR. Para este partido el “incidente Petro” es una verdadera “papa caliente”. Sus principales dirigentes no logran entender que al frente de esta embestida bestial no sólo está el Procurador sino que es todo el régimen oligárquico quien la dirige. No se dan cuenta que su objetivo no es tanto Petro sino que quieren aplastar el incipiente auge de la lucha popular que está en ascenso.

Las recientes disputas y los resentimientos acumulados en su confrontación con Petro parecieran convertirse en un gran obstáculo psicológico para el Polo. No han logrado reconocer plenamente que éste ha sido el primer alcalde que se ha enfrentado a la privatización de los servicios públicos y que ha retado al establecimiento neoliberal. Si la dirigencia del Polo no hace un esfuerzo mental por superar rápida y oportunamente esa especie de tara ideológica que le impide sumarse a un amplio movimiento en defensa y ampliación de la precaria democracia existente, el daño que se auto-infringirá será inmensamente grande.

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Hasta ahora sólo algunos sectores de la juventud de Bogotá están reaccionando como tiene que ser. La campaña por impedir la destitución de Petro y lograr la confirmación de su mandato deberá desplegar la más amplia resistencia civil. Hay que hacer todos los esfuerzos por mantener y fortalecer la movilización popular en todas las zonas de la ciudad. El alcalde deberá seguir gobernando y paralelamente, el pueblo deberá convocarlo a grandes concentraciones en cada una de las 20 localidades.

Esa resistencia civil deberá mantener el carácter pacífico, como ha sido hasta ahora. Tendrá que utilizar las más creativas formas simbólicas. Será una campaña pedagógica en donde el pueblo descubra los avances de la “Bogotá Humana”. Adquirirá la forma de una verdadera fiesta democrática en donde debe predominar el no partidismo pero tendrá que ser incluyente, sabiendo que paralelamente están en juego las campañas al Congreso.

El objetivo es aislar y poner contra la pared al uribismo más retrógrado y guerrerista. ¡No pasarán! ¡Petro no se va!