miércoles, 29 de marzo de 2017

¿QUÉ PASÓ CON EL “BLOQUE HISTÓRICO”?

El “fin del ciclo” de los gobiernos progresistas en América Latina…

¿QUÉ PASÓ CON EL “BLOQUE HISTÓRICO”?

Bogotá, 30 de marzo de 2017

El auge de los gobiernos “progresistas” y “revolucionarios” en América Latina está en un evidente declive. Es inocultable. Todos los analistas reconocen que el proceso que llevó a diversos movimientos y partidos alternativos a convertirse en gobiernos fue resultado del empuje de las luchas de importantes sectores populares organizados. Las movilizaciones y verdaderas rebeliones de los trabajadores, campesinos, indígenas, habitantes de barrios populares y parte de las clases medias, fue el soporte real para la aparición de ese fenómeno social, político e institucional. Hoy ese movimiento popular no existe o está paralizado.

Algunos teóricos, apoyados en las ideas de Antonio Gramsci sobre el “bloque histórico” y la “hegemonía social y política”, pensaron que efectivamente en esta región del mundo esos sectores sociales “subalternos” habían logrado desarrollar un proceso socio-político de nuevo tipo, y que dichos gobiernos se iban a convertir en herramientas no sólo para derrotar y superar el neoliberalismo sino para avanzar hacia fases post-capitalistas. Pero, es absolutamente visible que no ocurrió ni lo uno ni lo otro.

Ahora que amplios sectores de la sociedad de estos países están apoyando proyectos político-electorales de las derechas restauradoras, muchos de esos analistas se limitan a identificar los errores cometidos por los dirigentes políticos de esos movimientos progresistas y de izquierda, como fueron las alianzas con sectores de derecha y la connivencia con personajes corruptos, no haber profundizado las reformas políticas y económicas, y otras deficiencias de ese tipo, pero no se cuestionan sobre la naturaleza de los procesos organizativos de los sectores populares.

Tal parece que esas expectativas sobre el “bloque histórico” fueron esperanzas mal fundadas y cálculos apresurados. La práctica demostró que dichos movimientos no habían madurado y consolidado una propuesta política de largo plazo, no habían elaborado un consistente pensamiento crítico ni una narrativa transformadora. En realidad, representaban luchas sectoriales y gremiales que fácilmente fueron cooptadas por los nuevos gobiernos que eran encabezados por líderes y dirigentes que no tenían una perspectiva verdaderamente revolucionaria y que al llegar a los gobiernos se engolosinaron con el “Estado heredado”. Esa es la verdadera causa del “fin del ciclo” y de las dificultades y limitaciones para recuperar la iniciativa.

La realidad es que el Nuevo Bloque Histórico no va a surgir de un momento para otro. No será el que “a medias” se expresó en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay, El Salvador e incluso, parcialmente, en países como Honduras, Chile, Paraguay, Colombia, Perú, y República Dominicana. O sea, el conformado por los trabajadores “fordistas” y estatales, los campesinos sin tierra, los indígenas y sectores populares, con alta incidencia rural. Esos sectores de clase no muestran hoy condiciones para ser la cabeza de un “bloque histórico”.

El Nuevo Bloque Histórico empieza a ser protagonizado por “nuevos” sectores sociales. Recién está surgiendo en el mundo y en América Latina. Se está desarrollando en las ciudades entre las llamadas “clases medias” (profesionales precariados, pequeños y medianos emprendedores, técnicos y tecnólogos, trabajadores precarizados, etc.) y en el campo, lo encabezan los pequeños y medianos productores agrarios que construyen procesos económicos tecnificados. Las izquierdas, no los perciben, no los “ven”, y por lo tanto, no los entienden. Con esa actitud los lanzan al campo enemigo diciendo –como lo hace el presidente Correa– que sufren el “síndrome de doña Florinda” (http://bit.ly/2odQPAB).

La gran diferencia con los sectores que se movilizaron en las décadas de los años 80s y 90s del siglo XX y la primera década del siglo XXI, es que son sectores productivos que necesitan con urgencia un “post-capitalismo” pero no de tipo estatal ni paternalista. Y entienden, un poco instintivamente, que ese post-capitalismo no surgirá de la escasez y la pobreza sino de la abundancia. A esos sectores no les interesan economías cerradas ni igualitarismos construidos artificialmente. No apoyan las fórmulas inviables y fracasadas del “socialismo del siglo XX”, basado en el “capitalismo de Estado”, en la “planificación centralizada” y en la “expropiación de los expropiadores”.

No les entusiasma tampoco acabar con el mercado por medios administrativos sino regularlo creativamente para impedir la acción destructiva de los monopolios. Lo que les interesa a esos sectores sociales es desarrollar al máximo las fuerzas productivas, utilizar los avances tecnológicos para impulsar las economías colaborativas que desde las entrañas del capitalismo están socavando las bases del mismo sistema crematístico (Rifkin, Mason)[1], y que a la vez, permiten desarrollar energías limpias y demás formas –tecnológica y socialmente– avanzadas de proteger la naturaleza e impedir la hecatombe económica, social y ambiental.

Y para lograrlo, ese Nuevo Bloque Histórico, aún en su etapa incipiente, no descarta la lucha por lograr el control de los Estados y gobiernos, pero no con la ilusión vana de “hacer la revolución desde arriba” (grave error de los gobiernos progresistas y de “izquierda” de América Latina) sino para garantizar plenamente la lucha abierta entre las mayorías democráticas y las minorías capitalistas. Dichos sectores sociales rechazan a los gobiernos autoritarios que prometen la igualdad y equidad pero que no garantizan ni la democracia ni la libertad.

Por eso, la “coalición ciudadana anti-corrupción” en Colombia, que ya está en marcha entre las “clases medias”, incluso con el apoyo de empresarios cansados de la corrupción política y administrativa, puede ser el germen (todavía incipiente) de ese nuevo bloque histórico en formación. Allí, los sectores políticos anti-capitalistas pueden jugar un importante papel siempre y cuando superen sus complejos “puristas” y actúen con autonomía e independencia.

Desgraciadamente, las cúpulas dirigentes de los trabajadores estatales, de los trabajadores “fordistas”, de los campesinos e indígenas (en el caso colombiano y pareciera que en América Latina), están cooptadas por el capitalismo burocrático, van a la cola de las nuevas burguesías emergentes que son las que tienen el poder económico y político en los territorios. Desde hace un buen tiempo esas élites dirigentes se han aislado de sus bases sociales y aliado con diversos sectores de las oligarquías aunque en la retórica se presenten como “revolucionarios”, independentistas y anti-imperialistas beligerantes.

El surgimiento de ese Nuevo Bloque Histórico es un proceso global, embrionario, en desarrollo acelerado, y es un fenómeno social que anuncia la aparición de lo realmente nuevo. El post-capitalismo ya tiene expresiones sociales, económicas, políticas y culturales en muchas regiones del mundo. Están apareciendo prácticas y experiencias de diversa naturaleza que –poco a poco– enfrentan de una forma nueva las relaciones de dominación capitalista.

La utopía de un mundo basado en la colaboración, reciprocidad, solidaridad e innovación creativa ya no es sólo un sueño, está emergiendo desde lo más avanzado de la producción y la tecnología (revolución cibernética, computacional, informática, comunicacional y energética) pero también desde las “bolsas de resistencia popular” como en Chiapas (Sur de México) y Rojava (Norte de Siria y sur de Turquía). Y en muchas otras partes se avanza en esa dirección.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado




[1] Rifkin, Jeremy (2014). “La Sociedad de coste marginal cero: El internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo”. Mason, Paul (2015). “Postcapitalismo: Hacia un nuevo futuro”. 

martes, 28 de marzo de 2017

EL MENSAJE Y MANDATO DE CAJAMARCA (TOLIMA-COLOMBIA)

Triunfó el agua sobre el oro…

EL MENSAJE Y MANDATO DE CAJAMARCA (TOLIMA-COLOMBIA)

Bogotá, 27 de marzo de 2017

La herramienta para derrotar a las castas corruptas colombianas (“santistas”, “uribistas” y “vargas-lleristas”) y a sus adláteres y servidores cooptados, finalmente fue diseñada con la ayuda de la dinámica social y popular. Es un aprendizaje de enorme trascendencia.

El triunfo del pueblo de Cajamarca (Tolima) ha sido determinante en esa tarea. La preminencia del agua sobre el oro; del NO a la minería sobre el SI al proyecto de La Colosa (Anglo Gold Ashanti); de la coherencia popular sobre las falsas promesas de desarrollo; de la conciencia ambiental de habitantes rurales y urbanos de ese municipio sobre el interés particular de las grandes transnacionales; de la dignidad de un pueblo sobre la inmoralidad del gobierno central encabezado por Santos y el ministro de Minas; del sentido común por defender su territorio frente al interés de despojo del gran capital; ha enviado un mensaje concluyente y un mandato perentorio a las fuerzas democráticas colombianas.

El mandato es construir una “Amplia Coalición Ciudadana Anti-corrupción”, independiente de los partidos políticos pero sin rechazar a nadie, profundamente democrática en su composición. Pero, además, comprometida totalmente con tres elementos que estuvieron en el centro de esa gesta histórica que se desarrolló a lo largo de los últimos 8 años de resistencia, que se concretó con la consulta popular y un triunfo contundente: 1. Lucha contra la corrupción, tanto local como global (nacional e internacional); 2. Defensa irrestricta de los recursos naturales (bosques, selvas, agua y biodiversidad) frente a la depredación extractivista; y, 3. Recuperación y fortalecimiento de la producción (industria, agricultura, artesanía, turismo, etc.) para garantizar empleo digno y bienestar para las mayorías.

“Amplia”, porque debe convocar a todos los sectores y personas, más allá de diferencias de clase, etnia, género, cultura, religión o partido político. “Coalición”, porque debe convocar y juntar a diversas organizaciones políticas y sociales sobre la base de construir un programa incluyente y transformador que entusiasme a las grandes mayorías de nuestra nación.

“Ciudadana” porque esa figura política fue una conquista de los trabajadores y del pueblo plebeyo parisino durante la Revolución Francesa. Se usó para oponerla a las categorías de reyes, nobles, clericales, señores feudales, burgueses y otras castas (cortesanas) que justificaban la desigualdad y la discriminación en esos tiempos. Después, esa categoría fue asimilada por la democracia burguesa y completamente desnaturalizada. Hoy, frente a la ofensiva del gran capital financiero, al desconocimiento y negación de su propia legalidad y frente a la precarización de la vida del 99% de la población, esa condición política puede y debe ser aprovechada por los plebeyos del siglo XXI para construir nuevas formas de democracia. Y efectivamente, está sirviendo para movilizar a millones de personas.  

“Anti-corrupción”, porque es uno de los problemas que azotan a los pueblos, a las sociedades y a los Estados del mundo actual. Corroe especialmente a las castas dominantes. Hoy es un cáncer que ha hecho metástasis en Colombia. Sabemos que “la corrupción es el sistema” pero, debemos ir por partes derrotando la corrupción político-administrativa para acumular fuerza con base en triunfos y gestas que tenemos a la mano. En Colombia se ha hecho evidente la corrupción de “los de arriba”, de empresarios y grandes políticos. Hace 8 años Antanas Mockus aprovechó ese fenómeno para desencadenar la “ola verde” pero no fue capaz de enfrentar la corrupción de los poderosos por temor a que se liberara una rebelión de “los de abajo”. Sin embargo, la situación actual es muy diferente.

La indignación actual es mayor, masiva y evidente. Están empezando a expresarse los acumulados de las luchas que nuestro pueblo ha desarrollado desde 2008 (paro de los corteros de caña, mingas indígenas, paros agrarios, campesinos, mineros y de camioneros, movilizaciones estudiantiles, resistencias a mega-proyectos mineros y energéticos, innumerables protestas contra los deficientes servicios de salud y educación, rechazo general a la privatización de los servicios públicos) pero, ahora, la herramienta es la consulta popular, el voto consciente y libre, la acción pacífica y ciudadana, el rescate y la construcción de nuevas democracias. Se empieza a avizorar y a vivir una nueva ola democrática que esta vez va a ser “multicolor” y absolutamente creativa y revolucionaria.

La gesta histórica de Cajamarca, además de ser un triunfo del pueblo tolimense, colombiano, latinoamericano y de la humanidad, ha enviado un mensaje muy claro a todos los demócratas de nuestro país. Hay que aprender de esa importante experiencia.


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miércoles, 22 de marzo de 2017

EL VERDADERO DEBATE: CORRUPCIÓN, COOPTACIÓN Y OPORTUNIDAD

EL VERDADERO DEBATE: CORRUPCIÓN, COOPTACIÓN Y OPORTUNIDAD

Bogotá, 22 de marzo de 2017

El debate político entre los demócratas (y las izquierdas) finalmente se ha formalizado. El pasado viernes 17 de marzo en el Centro Cultural Gabriel García Márquez en Bogotá, se mostraron algunas cartas y argumentos. No todos asistieron pero los mensajes fueron claros. 

Corrupción y cooptación

Las castas dominantes colombianas no pueden tapar su podredumbre. Los escándalos de corrupción les han estallado en la cara en plena campaña electoral. Ésta arrancó el pasado 2 de octubre de 2016 (Plebiscito). No saben cómo ocultar su descomposición moral que se ha hecho evidente con los sobornos de Odebrecht pero que venía de atrás con numerosos hechos de corrupción ocurridos tanto en este gobierno como en anteriores (Reficar, Fondelibertad, Saludcoop, Cafesalud, etc.). Altos funcionarios y poderosos empresarios están en la mira.

Para impedir que la indignación ciudadana se convierta en una avalancha política que los saque del gobierno, las cúpulas corruptas intentan confundir a la opinión pública usando diversas estrategias y trucos. Todos reaccionan con cinismo absoluto e intentan desmarcarse oportunistamente. “Me acabo de enterar” dice el presidente Santos; Uribe convoca a una marcha y lanza propuestas de momento; y Vargas Lleras intenta distanciarse de su partido Cambio Radical comprometido con graves conductas delictivas en varios departamentos. 

Paralelamente, los precandidatos (as) y dirigentes políticos como Claudia López, Antonio Navarro, Jorge Enrique Robledo y Sergio Fajardo están construyendo una alianza política y convocan a conformar un gran “movimiento ciudadano” que vaya mucho más allá de la suma de los partidos o grupos políticos (Alianza Verde, Polo, Compromiso Ciudadano), para convertir la campaña electoral de 2018 en un gran plebiscito contra ese fenómeno corruptor que ha hecho metástasis tanto en el Estado como en la sociedad.

Algunos sectores de la “izquierda liberal”, totalmente cooptados por el establecimiento oficial, con Ministra de Trabajo a bordo, intentan trivializar la lucha contra la corrupción y pretenden oponerla al apoyo a la implementación de los acuerdos firmados con las FARC. No obstante, la realidad muestra que estos gobiernos descompuestos no pueden cumplir con los acuerdos como lo demuestran las evidencias: decenas de asesinatos de dirigentes sociales y absoluta incapacidad institucional en el proceso de desmovilización de la guerrilla.  

Ese proceso de cooptación de una buena cantidad de dirigentes de “izquierda” y de organizaciones sociales es una circunstancia que explica la crispación que ha generado entre esas cúpulas el surgimiento de la “alianza anti-corrupción”. Les preocupa que se desencadene una fuerte “ola democrática” que derrote en las elecciones de 2018 tanto a “santistas”, “uribistas” y “vargas-lleristas”. Para ellos, está en peligro la continuidad de convenios, proyectos, recursos y burocracia negociada con el gobierno desde los paros y movilizaciones del 2013 y demás actividades que se entrelazaron con la campaña del Plebiscito.

En esas circunstancias, con ellos poco sirve el debate ideológico: la “mermelada” es el principal y único argumento. Y dirán… ¡la necesidad tiene cara de perro!

El verdadero debate a profundizar   

Lo que hay que reiterar es que Colombia no pasará del infierno al cielo. Viviremos un buen tiempo en el purgatorio. Un país tan fracturado y lastimado por la guerra y la corrupción no puede dar un salto de ese tipo. Por ello hay que insistir en que la terminación negociada del conflicto armado no es la inmediata “paz”. Se requerirá un largo proceso de superación de las causas que originaron el conflicto, lo que implica ante todo, derrotar políticamente a quienes lo provocaron y utilizaron. La persistencia de la violencia en las regiones ligada a proyectos extractivos y el incremento del narcotráfico, son pruebas de esa verdad.

El purgatorio es lo que llaman “transición” o “postconflicto”. Es muy importante precisar que si la transición es manejada por los políticos corruptos y las clases dominantes que generaron e instrumentalizaron la guerra interna, no habrá el más mínimo cambio y podemos regresar al infierno. Con el “uribismo” o su contraparte “santista” en el gobierno, el regreso a la barbarie está asegurado. Cómo derrotarlos a ambos es la esencia del problema que debemos resolver los demócratas colombianos (y las izquierdas) de cara al 2018. 

En las diversas izquierdas colombianas existen básicamente tres posiciones. Algunos planteamos que se debe construir una “convergencia ciudadana” con un perfil de centro-izquierda para poder ganar. Otros proponen que la izquierda debe elaborar un programa totalmente anti-neoliberal y liderar un frente amplio. Y unos más, esbozan que hay que impulsar una “coalición por la paz” con los sectores que apoyaron el SI en el plebiscito, incluyendo a liberales, conservadores y de la “U”. Es el meollo de la discusión actual.

Mientras ese debate no se afronta con presteza y seriedad al interior de las izquierdas, las fuerzas del establecimiento avanzan con pragmatismo. Vargas Lleras lleva varios años consolidando su proyecto burocrático con la ayuda del presidente Santos. Por otro lado, dirigentes de la “unidad nacional” (liberales, conservadores, de la “U” y otros que no dan la cara), conscientes del peligro de perder el gobierno por efecto de los escándalos de corrupción, aceleradamente organizan el “Partido de la Paz”. Será la plataforma para el único candidato que tienen para enfrentar la “alianza anti-corrupción” que está en marcha. Claro, para engañar, argumentan que es para oponerse a Vargas Lleras y al uribismo. 

Ese candidato no es otro que Humberto de La Calle Lombana que muy seguramente estará acompañado por Clara López. Las FARC van a lanzar su propio partido o movimiento pero no presentarán candidato a la presidencia de la república. No es difícil saber a quién apoyarán. Así, intentan canalizar fuerzas de izquierda que como siempre (desde 1930), irán a la cola de las clases dominantes, que son las que manejan los hilos.

Detrás de esa estrategia está la gran burguesía transnacional. Cómo lo demuestran los sobornos de Odebrecht, el gran capital siempre juega a varias bandas. Los grandes “cacaos” colombianos y extranjeros estarán detrás de esa candidatura pero también de la de Vargas Lleras y el uribismo. Incluso, intentarán influir en la coalición de centro-izquierda para ir totalmente a la fija. Habrá que impedirlo eligiendo a quien ofrezca garantías de total independencia. Allí estará la clave de ese proceso ciudadano que está en desarrollo.

Conclusión

La oportunidad para salir del infierno está servida. Construir ese “movimiento o convergencia ciudadana” que presente listas unificadas a la Cámara y al Senado en todo el país (en cada departamento) y una candidatura única a la Presidencia de la República, es la tarea del momento. Ir más allá de los partidos, buscar y vincular al ciudadano “de a pie”, convocar y llegarle a las mayorías abstencionistas, es el arte y la acción que debemos inventar y realizar. Todo está en nuestras manos.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado 

lunes, 13 de marzo de 2017

DERROTAR A LOS POLÍTICOS CORRUPTOS ES EL CAMINO PARA CONSOLIDAR LA PAZ EN COLOMBIA

La necesidad de un debate democrático y franco…

DERROTAR A LOS POLÍTICOS CORRUPTOS ES EL CAMINO PARA CONSOLIDAR LA PAZ EN COLOMBIA

Bogotá, 13 de marzo de 2017

Una breve síntesis histórica

La oligarquía asesinó a Gaitán en 1948 porque éste se había apoderado del partido liberal para ponerlo al servicio del pueblo. Además, era inminente su elección como Presidente de la República.

Después del crimen, los verdaderos liberales gaitanistas fueron mermados a sangre y fuego durante los siguientes años, lo que generó que muchos de ellos se organizaran para resistir y, más adelante, con la influencia del Partido Comunista se convirtieran en las FARC.

Los dirigentes liberales se coaligaron con los conservadores desde 1957 para impedir cualquier resurgimiento de la rebelión. Le llamaron “Frente Nacional”.

Paralelamente, utilizaron a Alfonso López Michelsen con su Movimiento Revolucionario Liberal MRL para canalizar y controlar a los liberales gaitanistas y a los comunistas que no se fueron para el monte.

Simultáneamente apareció el único movimiento político que no estuvo de acuerdo con la lucha armada que se denominó el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario MOIR.

En 1970, el inconformismo y la rebeldía buscaron otros canales de expresión apoyando al General Rojas Pinilla a quien le robaron las elecciones mediante el fraude y, entonces, apareció el Movimiento 19 de abril M19. 

Durante las dos décadas siguientes el movimiento social y popular se fortalece en muchas regiones y ciudades de Colombia. Surgen infinidad de movimientos cívicos por todo el país y las diversas fuerzas insurgentes mantienen y amplían su presencia en muchos territorios (FARC, ELN, M19, EPL, Quintín Lame y otros grupos).

En 1990 la oligarquía impulsa procesos de paz con algunas guerrillas (M19, EPL, MAQL, PRT, CRS) y se convoca la Asamblea Constituyente de 1991 prometiendo la democratización del país. Su plan fue aplicar el primer paquete neoliberal (apertura económica y privatización de empresas públicas) usando la cobertura de ese proceso. Lo logran totalmente, engañando al pueblo con leyes y normas que nunca se cumplen.

En 2002 la oligarquía se unifica alrededor de Álvaro Uribe Vélez, después del fracaso de los diálogos del Caguán con las FARC (1998), para intentar la derrota militar de las guerrillas que no habían participado en los anteriores acuerdos. Los insurgentes habían logrado fortalecer sus fuerzas –especialmente en lo logístico y militar– aprovechando la existencia del narcotráfico, la minería legal e ilegal y las economías paralelas, que les garantizaban un permanente financiamiento de la actividad subversiva pero habían perdido influencia política debido a la degradación de la guerra que afectó a amplios sectores populares.

En 2012 Juan Manuel Santos, siguiendo las órdenes del gobierno de los EE.UU. encabezado por Barack Obama, quien diseñó un cambio de política frente a Cuba y América Latina, inicia los diálogos de La Habana con las FARC para terminar el conflicto armado.

Finalmente en noviembre de 2016, después de más de 4 años de negociaciones (después de la derrota del Plebiscito) se acuerda una Reforma Constitucional mediante el método del "fast track" (vía rápida en el Congreso Nacional) y las FARC inician su proceso de desmovilización.

El momento actual y las alternativas políticas a la vista

En los últimos 27 años la nación colombiana ha acumulado una serie de problemas que son resultado del modelo de desarrollo imperante. Se destacan los siguientes: la apropiación monopólica de la riqueza nacional por poderosos conglomerados capitalistas transnacionales, la desindustrialización y la reprimarización del aparato productivo, la destrucción de importantes recursos naturales y de fuentes hídricas, la quiebra fiscal del Estado y la descomposición del mismo por efecto de la corrupción político-administrativa, la inmensa desigualdad social y económica, la delincuencia y la inseguridad disparadas a todos los niveles que están asociadas al desempleo y la pobreza que afecta a amplios sectores de la población rural y urbana.

Como consecuencia de lo anterior, existe una fuerte y generalizada percepción entre la ciudadanía que se requieren cambios sustanciales para reencauzar al país en la búsqueda de bienestar para las mayorías de la población; mucho más cuando estamos a un paso del fin del conflicto armado con las guerrillas insurgentes.

Es por ello que en las elecciones de 2018 se definirán dos aspectos fundamentales que están totalmente relacionados: a) la derrota política de los enemigos declarados y camuflados de la terminación del conflicto armado, y b) la derrota de los políticos clientelistas y corruptos. Estos son sectores políticos imbricados, superpuestos, solapados y entrelazados, que quieren mantenerse en el gobierno para aplicar el segundo paquete neoliberal (entrega de territorios, zonas francas y turísticas, riquezas naturales, biodiversidad y mercados al gran capital transnacional).

Las burguesías (transnacional, burocrática y emergente) quieren repetir la experiencia de 1991, en donde a la sombra del “proceso de paz” mantuvieron su poder político atrayéndose a la izquierda y a los movimientos políticos organizados por los insurgentes desmovilizados pero sin ceder en aspectos estructurales (modelo económico y estructura del Estado), como lo demostraron a lo largo de la negociación con las FARC.

Sin embargo, todo apunta a que ésta vez esa fórmula no les va a funcionar. A pesar de contar con la ayuda indirecta de los terratenientes reaccionarios y otros sectores guerreristas que amenazan con sabotear y desconocer los “acuerdos de paz”, ha surgido un movimiento político ("alianza anti-corrupción"), que representa principalmente a los sectores más avanzados de los trabajadores y de las clases medias de las ciudades. Las fuerzas que lo integran se han deslindado de las fuerzas “santistas” y “uribistas” para elegir en 2018 un gobierno que impulse una verdadera democratización del país, se cumplan y desarrollen plenamente los acuerdos con las FARC y se inicie un proceso de transformación del país que sea soporte de una verdadera paz.

La necesidad de un debate abierto y tranquilo

Hoy se ha empezado a desarrollar un debate al interior de las fuerzas democráticas y de izquierda –no tan abierto ni con la seriedad y ecuanimidad que requiere el momento– sobre la estrategia a impulsar. Diversos artículos de prensa han empezado a circular y a plantear las diversas opiniones sobre este importante asunto.

Quienes sobredimensionan el peligro de que el “uribismo” regrese al gobierno plantean que hay que constituir una alianza con sectores políticos del establecimiento (liberales, de la U, conservadores, etc.) para darle continuidad al proceso de paz.

Quienes aspiran a derrotar simultáneamente a “santistas” y “uribistas” argumentan que existen las mejores condiciones políticas para vencer plenamente a todos los políticos corruptos, ganándose a todas las fuerzas sanas de la Nación y motivando a los amplios sectores abstencionistas. Ellos están convencidos que esa tarea es la única garantía de cumplir plenamente los acuerdos de paz y avanzar por nuevos caminos.

Este debate debe profundizarse y aclararse. Hay que organizar foros donde representantes de amplios y diversos sectores políticos se encuentren y discutan de cara a la sociedad. Se debe hacer con apertura mental y respeto mutuo, sin rencores y cobros de cuentas pasadas, con espíritu de verdadero entendimiento, sin sectarismos ni revanchismos innecesarios. Sólo así podremos avanzar por caminos de unidad o de disenso civilizado.

Seguir por la senda de los ataques arteros reviviendo rivalidades y enfrentamientos del pasado, no es la actitud consecuente de quienes dicen estar comprometidos con la paz y la reconciliación.       


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

viernes, 10 de marzo de 2017

SI NO ES EL FIN DE UN CICLO… ¿QUÉ ES?

Algo no cuadra…

SI NO ES EL FIN DE UN CICLO… ¿QUÉ ES?

Bogotá, 11 de marzo de 2017

Ecuador confirmó la tendencia. Lo que terminó no fue el ciclo de ascenso de los gobiernos “progresistas”. Lo que declinó fue el auge de las luchas populares que facilitaron la elección de muchos gobernantes democráticos, independentistas y “socialistas”.

Pero, paralelamente, se ha iniciado un nuevo proceso de movilización social protagonizado por nuevos actores sociales –jóvenes y citadinos–, que los movimientos de izquierda y gobiernos “progresistas” parecieran no entender. Algunos ya los acusan de ser manipulados por la CIA o por fuerzas oscuras. La lucha contra la corrupción está entre sus banderas.   

Lo ocurrido en las pasadas elecciones en Ecuador realizadas el 19 de febrero, que el analista argentino Atilio Borón llamó la nueva “Batalla de Stalingrado”, confirmó lo que muchos politólogos latinoamericanos querían ocultar o negar: los “procesos de cambio” están a la defensiva, los gobiernos se han desgastado, hay cierta desconexión con los movimientos sociales y la sociedad, y no existe claridad sobre cómo retomar la iniciativa. 

En los países en donde los gobiernos “progresistas” fueron derrotados, la gran esperanza de los intelectuales orgánicos de los “procesos de cambio” consiste en que algunas de las figuras destacadas como Lula o Cristina, regresen a los gobiernos aprovechando las falencias de las derechas en sus ejercicios de gobierno. En ningún momento se plantean una autocrítica para no sólo rectificar sus políticas sino replantearse toda la dinámica que llevó a la derrota.

En otros casos, se aboga por que los caudillos se mantengan por tiempo indefinido a la cabeza de los gobiernos, como ocurre con Daniel Ortega en Nicaragua, quien es un ejemplo a seguir. En Bolivia, Ecuador y Venezuela, es una idea bien vista entre los “revolucionarios”.

Además, el marco internacional también es confuso. La teoría centrada exclusivamente en los análisis geopolíticos, en la explicación de los avances o retrocesos de los pueblos y de los trabajadores con base en las acciones (y no-acciones) del imperio estadounidense y/o de sus contrapartes, como Rusia, China, Irán, etc., ya no ofrece respuestas y salidas consistentes.

Incluso, la mirada de lo que ocurre en Europa y EE.UU., en donde el “populismo de derecha” ha logrado canalizar la inconformidad de amplios sectores de los trabajadores y de la población contra la globalización neoliberal, ha cogido fuera de base a nuestros analistas.

Acostumbrados a leer todo con enfoques lineales que giran alrededor de la acción de los bloques geopolíticos (Occidente Vs. Oriente, etc.), y en dónde los pueblos y los trabajadores no aparecen por ningún lado, ahora están desconcertados. La vida no concuerda con sus ideas.  

Muchos, por simple reacción –y se les nota a leguas– hacen fuerza por Trump. De acuerdo a su lectura, el Departamento de Estado, la CIA y demás organismos de inteligencia estadounidense, que según ellos todo lo preveían y manipulaban en el mundo, fueron derrotados en su terreno por un “outsider”, un “millonario incapaz, obsesivo y compulsivo”, y por tanto, ya preparan una “revolución de colores” dentro de su propio país. Pero, definitivamente… ¡algo no cuadra!

Esa lectura acomodaticia los lleva a plantear que el actual gobierno estadounidense ya está en la órbita de los aliados de los gobiernos “progresistas”, que son los países de los BRICS. Ahora sus teorías sobre el imperio se centran sólo en los Clinton, Obamas, etc., que si son los verdaderos enemigos.

El problema es que Trump es más obtuso, reaccionario y chovinista que las derechas convencionales y, por tanto… ¿cómo podría ser visto como aliado por los pueblos y los trabajadores latinoamericanos cuando pretende construir un muro en la frontera con México y expulsar millones de inmigrantes? En serio… ¡no cuadra!       

Podemos afirmar que una concepción política que ha estado al frente de los “procesos de cambio” en América Latina, que eran un referente para los trabajadores, los pueblos y la intelectualidad revolucionaria del mundo, ha mostrado grandes falencias y contradicciones.

La verdad es que nos toca sentarnos a estudiar. Hoy, el pensamiento de muchos teóricos revolucionarios y de investigadores científicos ha venido avanzando en forma considerable. Se han evaluado y re-valuado muchas de las ideas que hasta hace poco eran aceptadas y catalogadas como “doctrina”, incluidas algunas del mismo Marx. ¡Y eso está bien!

Seguir apegados a una “doctrina” que demostró no estar madura para orientar las luchas de los trabajadores y de la humanidad, es negarse a esforzarse a revisar críticamente nuestras experiencias y duras derrotas. Sería no estar dispuestos a avanzar.

Hay que profundizar mucho más a fin de prepararnos para afrontar los momentos de auge revolucionario que, evidentemente, se están acumulando en el mundo. Debemos atrevernos a volver a pensar y actuar como verdaderos revolucionarios.

Boaventura de Sousa Santos ha dicho que “Europa debe regresar a la escuela del mundo, como alumna”. Yo pienso que todos los pueblos y los trabajadores del mundo debemos hacerlo.

La grave situación de la humanidad y del planeta frente a un capitalismo en decadencia nos obliga a cuestionar a fondo los cimientos teóricos que hemos venido pisando. ¡La vida nos empuja…!  


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

miércoles, 8 de marzo de 2017

HAY QUE RESCATAR EL ESPÍRITU DE BATEMAN

HAY QUE RESCATAR EL ESPÍRITU DE BATEMAN

Bogotá, 8 de marzo de 2017

En homenaje al día internacional de la lucha de la mujer trabajadora

Hay personas que dicen ser demócratas, de avanzada, progresistas y, además, que actúan acorde con los avances de la sociedad y de la ciencia, y plantean que hay que trabajar en Red y con sentido Colaborativo.

Pero...

- Les molesta que otras personas piensen y actúen diferente.

- Rivalizan con todo aquel o aquella que se destaque y no haga parte de su proyecto, grupo o partido.

- Inventan toda clase de argumentos para oponerse a quienes los superen o muestren mayor capacidad.

- Cuando alguien impulsa una iniciativa diferente, en vez de apoyarla para mejorarla, lo que hacen es oponerse y tratar de desprestigiarla.

- Utilizan todo tipo de adjetivos o señalamientos para descalificar a la persona pero nunca asumen el debate de las ideas.

- Juzgan a las otras personas con un rasero o medida muy diferente con el que se miden ellos mismos.

- No creen que las personas puedan cambiar o avanzar y, por ello, revisan minuciosamente los supuestos errores o fallas reales que hayan cometido en el pasado para descalificar su actuación actual.

- Son perfeccionistas con los demás pero totalmente flexibles y permisivos consigo mismos.

Todo esto ocurre porque...

- Tienen una mirada demasiado estrecha, inmediatista y egoísta.

- No ven el mundo en permanente movimiento y desarrollo.

- No viven el presente de cara al futuro sino mirando al pasado.

- No se percatan de la enorme complejidad del mundo y de que hay muchos caminos y formas de luchar y de llegar al mismo objetivo.

- Tienen miedo a la libertad porque se acostumbraron a lo tradicional, a lo viejo y lo seguro, son fieles a un grupo o a una doctrina, y son seguidores de un caudillo. En fin, no piensan con cabeza propia.

De esa manera nunca podrán comportarse como verdaderos demócratas, actuarán como feligreses de una iglesia, nunca podrán actuar en efectiva Red y menos con sentido de Colaboración.

Sin embargo, el mundo hoy va por otros caminos...

- Mucha gente está dispuesta a apoyar y ayudar sin pedir nada a cambio.

- Está surgiendo un sentido de "individualidad colectiva" que hace que la gente se conecte y actúe sin necesidad de sentirse "amarrado" a un proyecto.

- Los jóvenes exigen más "acción" que ideología, o sea, mostrar lo que somos no por lo que digamos sino por lo que hacemos.

Aunque nunca fui militante del M19, admiré en Bateman el espíritu de apoyar toda iniciativa siempre y cuando no fuera dañina. "Hágale hermano, echemos adelante esa idea que en el camino la mejoramos", siempre decía...


(Perdonen el "corrientazo" y de pronto el "tono" pero noto mucho "celo", prevención, esquematismo, rivalidad insulsa... que no lleva a nada y lo que hace es paralizar, desanimar, sabotear).

lunes, 6 de marzo de 2017

CLAUDIA LÓPEZ AL ATAQUE

CLAUDIA LÓPEZ AL ATAQUE 

Bogotá, 6 de marzo de 2017

Una menuda, valiente y temperamental mujer se destaca por estos días en la política colombiana. Poco a poco se constituye en un fenómeno político. Es pre-candidata presidencial hacia 2018. Fue una de las personas más votadas en las pasadas elecciones de 2014. Ha mostrado que no tiene miedo ni pelos en la lengua. Dice las cosas con crudeza y afronta los debates en forma directa. Es senadora del partido Alianza Verde pero actúa como un “outsider” o un anti-político. En la actualidad encabeza una campaña de recolección de firmas para realizar una consulta popular con el lema de “vence al corrupto”. Va muy bien y muestra voluntad y persistencia únicas.

Ella se sale de todos los parámetros del ambiente cortesano de la política colombiana. Es anti-uribista a morir, se ha enfrentado al gobierno de Santos por múltiples motivos, no se deja encasillar entre izquierda y derecha, es declaradamente homosexual y ha liderado luchas en favor de la comunidad LGTBI, y apoya causas ambientales pero sin caer en fundamentalismos anti-extractivistas. En lo económico no se declara enemiga del mercado pero propone una intervención moderada del Estado en contra de abusos monopolistas. A veces cae en polémicas personales en defensa de sus ideas pero es un aspecto que debe superar para mostrarse como una verdadera estadista capaz de asimilar toda clase de críticas.     

Como era de esperarse ya se iniciaron los ataques en su contra (Ver: http://bit.ly/2mndj0r). Tratan de explotar que al interior de los “verdes” –sobre todo en las regiones–, se infiltraron desde 2010 una serie de personajes con pasados oscuros o no muy claros. Esa situación es muy positiva para ese movimiento por cuanto obligará a las bases partidarias a ser vigilantes con sus miembros y a los directivos a depurar sus filas. Y ese ejemplo debe cundir en otros partidos que han definido la lucha contra la corrupción político-administrativa como una de sus prioridades de cara a las elecciones del próximo año. No hay mal que por bien no venga.

La senadora Claudia López es un ejemplo de cómo las sociedades construyen personalidades para responder a necesidades vitales en un momento específico. La tarea que se les encarga a esas figuras individuales es ayudar a destrabar conflictos represados y avanzar por nuevas sendas. Y por ello, esos individuos deben aprender y evolucionar en medio de su trasegar político. Para hacerlo tienen que estar atentos a lo que la sociedad quiere y sugiere, y, a la vez, ser capaz de sintonizarse con nuevos vientos para incentivar entre las gentes las mejores cualidades y actitudes. Enseñar aprendiendo y aprender para poder enseñar.   

En ese sentido, la gente quiere superar a Uribe y a Santos, y gran parte de lo que ellos representan. Al primero le reconocen su sentido de autoridad pero no aceptan su desviación despótica que se convirtió en acción criminal dentro del Estado. Al segundo se le abona que se jugó por el fin negociado del conflicto armado pero se le cuestiona la vacilación y debilidad que siempre demostró al no ser capaz de romper totalmente con Uribe. Unas de cal y otras de arena, como en todo.

Es por ello que la sociedad colombiana aspira a elegir un gobierno que muestre mucha firmeza frente todo tipo de corrupción y criminalidad, que consolide el proceso de paz con profesionalismo, sin demagogias pacifistas y con responsabilidad social con las víctimas directas de la guerra, y que nos ayude a todos, a superar la polarización entre la guerra y la paz, entre Uribe y Santos. Y en ese sentido, Claudia López –a pesar de todas las fallas y cuestionamientos que se le puedan hacer desde las izquierdas y derechas– ha empezado a construir una imagen que corresponde a esos anhelos societales de una nueva esperanza.

Desde un enfoque lineal y mecanicista, lo lógico era que surgiera en Colombia un “populismo de izquierda” para enfrentar al “populismo de derecha” de Uribe. Pero la realidad es más compleja y dispar. Otros factores trastocaron las cosas. La guerra se degradó a unos niveles inconcebibles que obligan a los actores armados a tomarse su tiempo para sanar heridas y demostrar su compromiso con la paz y la democracia. Por eso, la mayoría de los colombianos no van a escoger a un representante de la izquierda para gestionar el gobierno del postconflicto, así muchos de ellos no tengan nada que ver con las situaciones degradantes.  

Tampoco van a apoyar a quienes negociaron con la guerrilla. Ellos ya cumplieron su papel y deben hacerse a un lado. Mucho más cuando, aunque no hayan cedido en aspectos fundamentales de la negociación (modelo económico y estructura del Estado), mostraron en aspectos de forma varias señales de debilidad que fueron explotados por los enemigos de la paz para que fueran malinterpretados por amplios sectores de la ciudadanía que se manifestaron el pasado 2 de octubre. Fue lo que obligó al gobierno a modificar los acuerdos. Son imágenes que quedan en la retina de la gente y determinan su comportamiento inmediato.

Por ello, que se vayan perfilando personas como Claudia López es algo muy positivo para la Nación colombiana. Y que ella, con otras personalidades, candidatos, movimientos políticos, organizaciones sociales y colectivos de jóvenes puedan construir las bases de un Nuevo Proyecto Político que gobierne durante varios períodos presidenciales con decencia, firmeza, eficiencia y sentido social, es la posibilidad que la compleja realidad colombiana empieza a mostrar. Son las señales que hay que saber leer para sintonizarse con las mayorías.

Ese será el verdadero “gobierno de transición” y detrás de él (o a su lado pero sin dejarse cooptar), deberán aparecer nuevos procesos y movimientos sociales y políticos que avizoren nuevos caminos post-capitalistas, frente a una situación global que deja ver que el mundo requiere de grandes cambios para poder sobrevivir a las múltiples y complejas crisis que lo agobian. Otros países y pueblos van a ir evolucionando hacia esos escenarios después de sufrir temporales retrocesos como los que viven Argentina, Brasil, Venezuela y Ecuador. La vida obliga y hay que hacerle caso.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado